martes, 23 de abril de 2013

Abejas

Mi hermana está sola de este lado de la cerca, de pie sobre la tierra roja, bajo la luz del mediodía. Yo la miro desde las columnas del patio. Ella ha hecho algo prohibido y sin dudarlo un instante ha caminado hasta el límite de la cerca para demostrarle al mundo (a mí, al silencio del jardín) su ilimitada fuerza y su seriedad. 

Así inicia Abejas, uno de los capítulos de la novela Las orejas del lobo de Antonio Ungar, que nos cuenta la historia de una niña de cuatro años, que se unta de miel los brazos, las piernas y las mejillas, en espera de las abejas que cubrirán su cuerpo ante la mirada de su hermano de seis años. La abejas llegarán de todas partes convirtiéndola en una masa gruesa y oscura que no se mueve ante nada, que no sufre ninguna picadura. Su madre correrá al verla y la meterá en una alberca para salvarla de esos pequeños seres, que reconocen en la mujer una amenaza y la atacan, mientras la niña ríe a carcajadas.






Comentamos con un grupo de estudiantes de la I.E.D. Gabriela Mistral de Gaira, lo que nos propone este texto y para algunos la niña representa la posibilidad de asumir retos y no tener miedo a arriesgarse por aquello en lo que creemos. Una fuerza superior que nos impulsa a hacer las cosas y nos lleva por caminos inesperados. Otros creen que su actitud es egoísta, porque no considera las consecuencias y lo que sufrirá su madre cuando la piquen las abejas. Esa sonrisa que no desaparece de su boca, es una especie de triunfo. 

Con respecto al niño, que observa todo desde lejos, es un cómplice, según algunos. No dice nada a la madre y tampoco interviene en lo que hace la niña. 

La madre, para algunos, sufre las consecuencias de interrumpir ese ritual que une a la niña con las abejas. Esa comunión con la naturaleza que no le ofrece ningún riesgo, hasta que se corta con la intervención de la madre. Para otros es una reacción apenas normal para la situación que estaba viendo. 

Como nos encontramos diferentes interpretaciones, les propusimos a los chicos que nos explicaran en un párrafo  lo que sentía cada uno de los personajes de la historia. Así podían contarnos desde la mirada del niño que ve con una especie de fascinación y miedo esa aventura que emprende su hermana. Desde la madre que se rinde ante la picada de las abejas y termina frustrada ante esa niña que no para de reír. Y también desde la óptica de la niña que se expone a las abejas como desafiándolo todo, pero sin temor alguno.




Esto nos contaron los chicos mientras comían miel y pensaban en la historia : 


"Mi vida y la naturaleza" de Luz Moreno
Estoy en mi jardín haciendo algo prohibido. Algo que no me dejan hacer. Algo que a mi mamá le da dolor y rabia. Es algo que he venido haciendo desde hace mucho. Para mí es importante tratar de interactuar con los seres de la naturaleza, porque es como si ellos fueran parte de mi mundo y yo quiero ser parte del suyo. Así sea sólo ofreciéndoles mi cuerpo lleno de alimento para ellas. Sin importar que sea prohibido lo que hago.


"Porque admiro a mi hermana" de Tibisay Reales
Impactado al retar a aquella niña con una mirada de ofendida, por lo que yo le había dicho. Ella corrió y se bañó de aquella miel que mi madre tenía para untar los panecillos del desayuno. No sé, pero al momento de ver ese montón de abejas junto a ella, me di cuenta que esa niña no era tan ingenua. Era astuta. Aquí el cobarde era yo que la reté y no me percaté que ella lo tenía todo analizado.


"La niña" de Jessica Caraballo
Sabes, me encanta la actitud de esa niña porque con sólo cuatro años, piensa mejor que el hermano. Muchas y me anoto ahí, nos dejamos llevar por el miedo. Ella no, sabes. Ella pensó todo y sabes salió perdiendo la madre porque la picaron las abejas. El niño impresionado por lo de su hermana se quedó viéndola, otro la habría acusado.
Conclusión: en el futuro me gustaría ser como esa niña. ¿Cómo es ella? Pues sabe pensar las cosas y no le tiene miedo a nada, ni a nadie. 



De esta forma,  finalizó el recorrido del Concurso Nacional de Cuento RCN- MEN durante el 2012, con los talleres para estudiantes en la ciudad de Santa Marta. 

La séptima versión del CNC iniciará el próximo 26 de abril, esta vez en homenaje a Andrés Caicedo. No te pierdas ningún detalle de la convocatoria. 

Ladrón de olvidos

Al frente de la I.E.D. Gabriela Mistral, en el barrio Gaira en Santa Marta, uno puede encontrar una iglesia y un parque por el cual transitan  muchas personas durante el día. Parece que todo quedara allí, pero en realidad el barrio es más grande y hay otras escuelas que uno va encontrando a medida que lo recorre.


Vista del parque desde la I.E.D. Gabriela Mistral.


Desde el segundo piso de la escuela veo otra de las calles del barrio, mientras espero que lleguen los chicos con los que conversaremos hoy sobre el Concurso Nacional de Cuento y sobre un texto de José Zuleta, llamado : Ladrón de olvidos.






Un cuento es bueno, en la medida que logra un efecto en ti y no puedes desprenderte de esa historia que has leído. Si algo se mueve en tu interior y la historia sigue tejiéndose en tu mente, el mal ya está hecho, regresarás a él y lo compartirás con otras personas con la intención de obtener un efecto parecido. Digo parecido porque los cuentos no obran de la misma forma en todos, aunque con este en particular si sucede eso. Una inmensa sensación de abandono e impotencia nos invade, una soledad superior a la que vive su protagonista y una tristeza capaz de hacerte llorar.


Los chicos mientras leían el texto.


Eso es Ladrón de olvidos, un buen cuento que hace parte del libro Todos somos amigos de lo ajeno y a partir del cual iniciamos un diálogo con los chicos de Gaira, para establecer que elementos hacen contundente un cuento. 





Pero, ¿quién es el  Ladrón de olvidos? Es un personaje anónimo que llega a una terminal de transportes y con el paso del tiempo se va haciendo parte del paisaje, apropiándose de elementos o de olvidos, que la gente va dejando en su paso por ese lugar. Así una caja de embolar, un arete, un pequeño radio de pilas, una bufanda y una dulzaina, se convierten en su compañía y en una forma de vencer la soledad que lo invade en el sótano de la estación en el que se refugia en las noches. 

Con frecuencia encontraba cosas olvidadas. Cuando advertía que alguien había dejado algo se acercaba displicente y con la naturalidad de un acto aburrido, casi mecánico, tomaba el olvido y lo guardaba en la caja de lustrar. En la noche, en su sepulcro, sacaba de la caja los olvidos y elevaba una plegaria para rogar por el futuro de los que han perdido y dar gracias al Dios de los olvidos por las dádivas.



Dentro de la historia se plantean también otras miradas, otras formas de percibir la vida y lo que supondría un remedio para la soledad de este personaje :

(...) Pensó que todas las vidas era hielo seco y que después del humo frío de la vida no quedaba nada.

(...) Un día vio a un niño perdido. Sintió mucho miedo, pensó que debía acogerlo y quedarse con él pero la sola idea de tener otro ser consigo le producía pánico. (...) El niño perdido le ofreció la mano para que la tomase, y él supo que si tomaba esa mano todo cambiaría, todo se tornaría claro y cobraría sentido. "El olvido mayor es olvidar un hijo", pensó, y encontrar uno podría ayudarle a encontrarse. 




Hablamos de los personajes, del ambiente que se recrea, las emociones que se desatan en la historia, las decisiones a las que se enfrenta el protagonista y a ese forma de describir cada uno de los olvidos que va agregando a su colección.

Para los chicos, el cuento es también un reflejo de lo que sucede hoy en día en muchas rincones de nuestro país, en los que las personas son desplazadas por la violencia y son obligadas a trasladarse del campo a la ciudad, abandonando lo que les es conocido. También de la indiferencia, de la forma en la que a veces nos acostumbramos a encontrarnos con la imagen de la gente sin hogar, que deambula por las calles totalmente desprotegida, sin alimentos, sin atención del estado y la sociedad. El  cuento narra entonces, la vida de una persona, pero la de muchas al mismo tiempo que enfrentan  esta situación.

El desenlace de la historia no puede ser más triste y dentro del relato uno quisiera cambiar cosas para llegar a otro final :

Pensó que cada estrella, que cada débil luz, cada agónico y fugaz fulgor en el espacio sideral, era un olvido, que todo estaba hecho de olvidos, y que no éramos más que briznas olvidadas en la vasta extensión del universo. Y ya no quiso despertar. 

Aprovechamos esta condición para darles la posibilidad a los chicos, de reemplazar esas partes que no les agradaban por nuevas situaciones y estos son algunos resultados: 


Tibisay  Reales
Me gusta el momento en el que se encuentra la caja de embetunar. No me gusta que él muere y lastimosamente nadie sabe que estaba en ese lugar.

Texto propuesto:
Luego de varias semanas encerrado, los trabajadores comenzaron a usar aquellas piedras a la entrada del sótano. Él con sus últimas fuerzas empezó a pedir ayuda,  lo alcanzaron a oír y lo sacan de allí. Lo ayudaron y pudo recuperarse varios días en una casa de reposo. Salió y se puso a pensar en encontrar a su familia e iniciar un nuevo desafío. Se encomienda a aquel Dios al que él le tenía fe y le agradeció por darle otra oportunidad de vida. Tomó un tren hacia su ciudad de origen.



César David Mutis
A mí me gusta cuando inventó al Dios del olvido, para honrar a esas personas que habían olvidado o extraviado sus pertenencias. La parte que no me gusta es cuando queda atrapado.

Texto propuesto:
Yo diría que en vez de ese final, diría que ese hombre olvidado que nadie recordaba, recogiera al niño olvidado. Después de una semana de haber estado con el niño, despierte y no lo vea. Salga a buscarlo pero después de varias horas de buscarlo no lo encuentra y se resigna. Un día pensando en su sótano, qué le habría pasado a ese niño, vio a la entrada de su sótano abandonado unas sombras de personas. Se preguntó: ¿quiénes son? ¿Me harán daño? Estaba asustado y después vio al niño que recogió y se alegró mucho y los padres se acercaron a él y reconoce en sus rostros a uno de ellos, era su hermano. Lo reconoció y se abrazaron. Se lo llevó a su casa, le platicaba de todas las cosas que encontró cuando estaba en soledad. Traspasa sus cosas olvidadas que había encontrado y recuerda todo, cómo se las había encontrado y había construido un altar en su cuarto. Después de unos años muere junto a su hermano, de edad.



Julián Andrés Artunduaga

Texto propuesto: 
Cuando él llegó, la gente notaba algo en particular. Con solo verlo, la gente le temía. Con sólo la mirada de ese hombre, la gente se alejaba. Era odiado sin razón, pero él no lo sabía por qué, si el solo en una terminal, caminaba sin rumbo fijo por el mundo. Pero él tenía un algo particular: él nunca se rendía. Él quería ser aceptado por el mundo y estaba dispuesto a arriesgar su vida para lograrlo. De repente, cuando un día iba caminando por la terminal, se encuentra un curioso objeto en el rincón. Cuando se acercó se encontró una nota que decía: “Hijo, yo y tu padre siempre estaremos contigo, pero no queremos que ese amor engendre odio, para que se convierta en sacrificio”. Después de leer esa nota, se acuerda de su infancia cuando pandilleros atacaron su hogar y sus padres murieron para protegerlo. Después de eso su expresión cambió y estaba siempre alegre e intenta llamar la atención de cualquier manera posible. La primera vez robó un pendiente de una señorita, toda la gente lo persiguió pero no lo pudieron atrapar. Lo que él no sabía, era que al tiempo que trataba de llamar la atención, la gente lo odiaba más. El, solo y achantado, bajó y encontró en un rincón de la terminal un cuarto pequeño. Decepcionado, entra, pero no se percata que ese cuarto sería tapado para unas remodelaciones en el terminal. El se queda allí, solo en esa pieza. Los trabajadores no se dieron cuenta y taparon la salida. El muere allí, no sin antes luchar por su vida.


Según José Zuleta, un cuentista es un ladrón de pequeñas historias, de pequeñas cosas.Un cuentista se roba pequeños asuntos y hace con esos pequeños asuntos sus historias. Como él, los chicos de Gaira tomaron imágenes de la realidad para recrear sus cuentos, esa suma de pequeños asuntos a los que se refiere José.

En la cotidianidad hay muchas historias esperando para ser contadas. Muchas historias esperando para hacer parte de Colombia Cuenta y deseamos conocerlas.

¿Cuál es tu cuento? es la pregunta que queremos que contestes, participando en la convocatoria del Séptimo Concurso Nacional de Cuento RCN- MEN.





Una taza

"Sería divertido que cuando mis labios tocaran la taza de chocolate, yo cayera desmayado, muerto, como víctima de un veneno". 

Con esta frase comienza la historia de Una taza de José Olascoaga Ortega, uno de los ganadores de la categoría 3, estudiantes de educación superior, de la sexta versión del Concurso Nacional de Cuento RCN- MEN. Este cuento fue además, la excusa para conversar con los chicos de la I.E.D. Gabriela Mistral en el barrio Gaira de Santa Marta, acerca de la ficción y los caminos que recorremos en su compañía. 




¿Qué pasaría si al igual que el protagonista de esta historia, pidiéramos un deseo que efectivamente se realizara? Hicimos la prueba repitiendo lo que nos cuenta Alberto, el personaje central de Una taza quien recuerda la lectura de Las mil y una noches y en medio de esa evocación, que sucede justo antes de tomarse una taza de chocolate, en lo que parecía un desayuno normal como el de todos los días, desea que algo extraordinario suceda para cambiar esa cotidianidad que lo abruma.




Después de leer el texto y antes de tomarnos una taza de chocolate, los chicos imaginaron todas clase de situaciones alrededor de ese deseo fantástico. Así algunos pensaron en un chocolate infinito, una taza que no deja de llenarse nunca y por lo tanto aquel que bebe de ella, está condenado a hacerlo eternamente. También en una bebida capaz de congelar el tiempo, así alguien bebe de aquella taza e inmediatamente todo se detiene. Sólo aquel que ha tomado el chocolate puede moverse a su antojo. Una ciudad hecha totalmente de chocolate que alguien pudiera comerse con todos los problemas que eso ocasionaría a sus habitantes, fue otra de las ideas que surgieron.




Alguien propuso : desearía perder la memoria para olvidar los malos momentos. Analizamos entonces, las consecuencias de ese deseo y de otros como el de congelar el tiempo. En el caso de perder la memoria y si el chocolate se acabara, ¿cómo regresaríamos a la normalidad? Nos quedaríamos para siempre en una especie de limbo, sin tiquete de regreso, porque olvidaríamos también como llegamos a ese estado.
Ahora bien, con respecto a congelar el tiempo, si la persona que lo desea se termina toda la bebida que produce ese efecto, ¿no se quedaría solo por el resto de la eternidad contemplando un mundo estático? Algunas historias llevan una especie de veneno, es decir, alcanzan situaciones que no esperamos al plantearlas inicialmente, pero que en el terreno de la escritura van adquiriendo forma.

Veamos algunas de las historias creadas a partir de Una taza : 



“La ciudad de chocolate” de Camilo Arcila
Yo me llamo Camilo. Un día mi mamá preparó un rico chocolate para mi y para mi familia. Cuando me lo dio, yo me imaginé cómo sería una ciudad de chocolate: las casas, los carros y las vías, las personas y los insectos se la comerían. Quedarían sin casa, carros y vías; pero si no se la comieran, si al salir  el sol se deshiciera el chocolate, se volvería un río enorme de chocolate y pasarían todas las personas pegajosas y empalagosas de tanto comer chocolate para que se acabara. Pero como hay tanto chocolate, no terminarían y saldría el sol, se desharía el chocolate otra vez y lo que han construido durante toda esa noche. Nunca terminarían y se acabaría la ciudad y las personas de otra parte tendrían miedo de vivir allí, porque un niño imaginario arruinó todo y nunca más se normalizó esa ciudad.


“After life” de Juan Santiago
Y estaban todos en la sala, en un gran momento de suspenso, y yo, un chico normal participaba en la actividad. Nos dijeron que pidiéramos un deseo antes de tomar el café y allí comenzó todo.
Mi deseo era tener buena suerte hasta después de morir y así es. Hoy en día describo mis pequeñas aventuras por medio de un amigo con el cual me comunico por sueños.
Tal fue mi suerte, que morí en preferencia de haber quedado inmóvil de por vida. Morí en un trágico accidente junto con mi madre, con la que me aventuro a diario a salvar criaturas místicas en este mágico mundo. Este es llamado de muchas maneras, unos le dicen mundo astral, otros prefieren llamarlo onírico – mundo y yo sólo le digo:  la otra vida.
Este mundo es como medieval, pero actualizado. Las personas pueden volar y manejan los elementos y son místicos. Tanta es mi suerte que vivo cómodamente con la naturaleza, animales,  hermosa y eterna atención de mi madre. Aquí hay dragones, magos, brujas y hermosas hadas, duendes, elfos, trolls , un gran consejo directivo que mantiene todo organizado.
Este mundo es maravilloso, hermoso y a pesar de haber muerto, hoy sé que tuve suerte.




Tal vez José Olascoaga, autor del cuento, no imaginó lo que podría suscitar Una taza en los chicos de Santa Marta. Nosotros que andamos en los terrenos de lo imposible, de lo que nos dictan los sueños y luego transformamos en letras, sabemos que en cada rincón de nuestro país Colombia Cuenta y se permite viajar a diario a través del Concurso Nacional de Cuento RCN- MEN. 

lunes, 15 de abril de 2013

¿Y cómo hago para estar aquí?

A Jennifer en Gaira,
a Laura Baselga en Las Flores,
a los  que caminan entre el río y el mar,
que no dejen de preguntar.  



Jennifer estudia en la I.E.D. Gabriela Mistral, que se encuentra ubicada en el barrio Gaira de la ciudad de Santa Marta. Es el mes de noviembre y su profesora, Duvanis Molina, la ha invitado a un taller para estudiantes que realiza el Concurso Nacional de Cuento. 

Al igual que ella, otros chicos llegan a una sala que se encuentra en el segundo piso del plantel y empiezan a sentarse con timidez en las sillas que se agrupan formando una especie de media luna. Jennifer se queda en uno de los extremos, esperando a que le expliquen por qué les están entregando afiches y libros del concurso. 

Su profesora le contó que alguien vendría a visitarlos desde Barranquilla para enseñarles a escribir cuentos.  Lo que Jennifer no sabe, es que el libro que tiene en sus manos ha hecho un largo viaje desde Bogotá para llegar hasta ella y sus compañeros. Tampoco sabe aún, que contiene historias que han escrito otros jóvenes como ella. Entonces, abre el libro y la magia comienza. Pasa cada hoja lentamente y sus ojos se van volviendo más y más grandes. Mira a su lado con una especie de desconcierto y descubre que los demás están pasando por el mismo trance. De repente, rompe el hechizo y  pregunta sin vacilar : ¿y cómo hago para estar aquí? 


Jennifer antes de iniciar el taller. 

Todos tienen la misma inquietud y yo les respondo que la clave es participar. Saber cómo hacerlo es el motivo de nuestro encuentro. Nos hemos reunido para hablar sobre el Concurso Nacional de Cuento y  sobre otros niños y adultos, que desde el año 2007 han compartido con todo el país, esas historias que les dicta su imaginación. 

Les pregunto si conocen el concurso, si alguien se ha inscrito alguna vez. La respuesta es un "no", que ansía saberlo todo para ser un "sí". Para ser esa oportunidad de estar en Colombia Cuenta y que en otro lugar un niño como ellos, acaricie las hojas de un libro en el que aparezca esa historia que han creado en Gaira. 

Empezamos a hablar de los cuentos, de lo que ellos piensan que son y si leen o escriben con frecuencia.   Después los invito a que busquen la página número veintiuno del libro y sigan la lectura de "Andrés y el paraguas", una historia de Santiago Londoño, un niño como ellos que estudia en el Centro Educativo Distrital El Jazmín en Bogotá. 

Ahora otra chica, que está sentada justo en el otro extremo de la media luna, mira la ilustración de un niño que parece balancearse sobre la baranda de una escalera con ayuda de un paraguas, mientras otros jóvenes lo aplauden y sonríen. 


Dos estudiantes mientras leíamos el texto.

Cada cuento viene antecedido de una ilustración y un pequeño párrafo que el autor ha escrito para presentarse. De Santiago leemos que se considera un adolescente diferente, intelectual, lector y escritor. Pienso que si no leemos, no aprendemos. Agrega además que el amor por las letras y el arte de escribir proviene de su madre y que está agradecido con Dios por lo maravilloso que me brinda cada día. 

Con esta introducción iniciamos el viaje por "Andrés y el paraguas", un cuento que nos habla de Andrés, un niño que le encuentra mil usos mágicos a un paraguas que su madre le ha recomendado llevar a la escuela. Eso ocasiona las burlas de Carlos, un compañero del colegio que ve en la situación, la excusa perfecta para molestar a Andrés. Es en ese momento, cuando el niño recuerda el consejo de su madre : Trata de aprovechar una situación desagradable y hazla agradable. No dejes que nada ni nadie te desanime. Entonces, Andrés convierte su paraguas en un elegante bastón. Luego en un telescopio y una espada. También lo abre y lo utiliza para caminar sobre una cuerda floja, como si fuera un equilibrista. Después lo cierra y con la punta recoge un pedazo de papel del piso. El paraguas puede ser también el bastón de mando del director de una banda, una antena parabólica y una tienda de campaña. Finalmente, el paraguas es lo más común, una forma de defenderse de la lluvia que empieza a caer quince minutos antes de terminar las clases y le permite a Andrés, salvar a Carlos del mal clima. Ahora, un Carlos diferente le sonríe  y le da las gracias. Así termina el cuento de Santiago Londoño, pero el de Jennifer y el de los demás niños, apenas comenzaba. 


El paraguas de Andrés.

Les pido que imaginen un objeto como ese paraguas de la historia, al que puedan darle toda clase de uso fantásticos y que me cuenten en un pequeño texto, lo que esos objetos pueden hacer. 

De la experiencia surgieron objetos como estos : 


El lápiz mágico” de Astrid Yurley Jiménez.
Había una vez un niño que iba triste para la escuela y se encontró un lápiz mágico. Dijo: “Juan qué suerte” y se animó a ir a la escuela. Cuando llegó le contó a su profesora, pero ella lo ignoró y  le dijo "Juan nadie presta atención”.
Entonces, fue y se sentó en la fuente y la profe se le acercó a pedirle disculpas. Le dijo: muéstrame la magia de tu lápiz. De pronto, el dibujó en el cielo una  nube de dulce y la profesora no podía creerlo. Los niños salieron a recoger los dulces y luego Juan deseó poder volar y se fue volando a su casa, feliz de poder desear cosas útiles.

“El pincel hechizado” de Gloria Reina Polo.
Había una vez una niña llamada Alejandra, que encontró un pincel. Ella vio que cuando lo cogió, el pincel cambió su forma y se puso brillante al igual que su mano. Se sorprendió y fue a donde su mamá, que la regañó por tomar algo que no le pertenecía. Ella le dijo que estaba en la tierra y lo vio. No había nadie, así que lo tomó. La mamá le dijo : ok, pensé que lo habías tomado y tenía dueño. 
Al día siguiente, ella se puso a pintar con el pincel y notó que se le había acabado el azul . Entonces,  dijo: quisiera tener mi pintura azul. Luego el pincel se movió y tenía pintura azul en sus mechitas. Empezó a pintar, luego gritó y salió corriendo a donde su mamá y le dijo: “mamá el pincel se movió y está pintando solo”. Fueron al cuarto de Alejandra y el pincel estaba tirado en el suelo. La mamá no le creyó. 
Al día siguiente lo llevó a la escuela y empezó a pintar y sus amigos la veían. De pronto se le acabó la pintura morada y como Alejandra sabía que el pincel era mágico, dijo: pincel, píntame la flor de color morado, por favor. Sus amigos vieron y dijeron: qué pincel, qué suerte tienes, pero lo triste es que tu mamá  no te cree. Eso creía. Su mamá había llegado a buscarla porque Alejandra tenía que ir al médico y vio  todo. Ella se puso feliz porque su mamá le creyó.

Al final del taller, Jennifer y otros niños se acercaron para devolverme los libros de Colombia Cuenta y los  afiches del concurso. Pensaban que se los habían prestado sólo por esa mañana. Les conté que se los habían enviado desde Bogotá, para que los leyeran, los compartieran y se animaran a participar. 




A veces la felicidad está en la sonrisa de un niño en el barrio Gaira, que descubre un viernes de noviembre a mitad del día, que le han traído una herramienta para soñar y que él también puede hacer que otros sueñen, contándoles las aventuras de un lápiz mágico o de un pincel hechizado.













La ventana

En octubre estuvimos nuevamente en la Guajira y en Santa Marta. En ambas visitas trabajamos con estudiantes y docentes durante los talleres del Concurso Nacional de Cuento. 

Con los docentes de ambos lugares trabajamos en los siguientes temas :
  •  Lectura y escritura en la era digital.
  •  Lenguajes verbales y no verbales.
  •  Toda escritura es creativa – tipologías textuales.
  •  Límites entre creación e imitación. 

Grupo de docentes de  Santa Marta y la Guajira.

Para ello desarrollamos una serie de dinámicas entre las que se encuentra "La ventana", una herramienta para transformar la realidad con ayuda de la ficción. 


     "La  ventana" surgió por la inquietud de un asistente al programa "Libertad bajo palabra" en la Cárcel del Bosque en Barranquilla y se enriqueció más adelante con la experiencia durante las reuniones con los talleristas del Concurso Nacional de Cuento en Bogotá durante el 2012. En esas reuniones, Fabián Mauricio Martínez, tallerista del concurso, compartió un ejercicio en el que abordaba las diferentes formas de interpretar o explicar lo que era la luna.
   
   Veamos de qué se trata "La Ventana" :
   Si usted le pregunta a cualquier persona qué es una ventana, le dirá entre otras cosas que : es una parte de la casa, un agujero en la pared, una forma de mirar hacia el exterior.

     



    Es posible que se encuentre con alguien que le diga, que es una forma de ver más allá de lo que nos ofrece el paisaje y ese es el verdadero sentido del ejercicio : descubrir a través de las tipologías textuales y con ayuda de las herramientas digitales, cuántos tipos de ventanas podemos encontrar.                                                  
      
      

     

    Para ello recurrimos a la lectura del cuento "La ventana" de Germán Sánchez Espeso y otro texto del mismo nombre de Alexander Rodríguez. Luego escuchamos el audio de Las ventanas" de Charles Baudelaire y observamos el tráiler de la película La ventana secreta. También compartimos varias fotografías de Ventanas del perfil de Facebook : Escribiendo Colombia Cuenta y finalizamos escuchando una parte de la canción La ventanita de Sergio Vargas. 



    Esto significa que hicimos un recorrido a través de dos cuentos, un poema, una película, varias fotografías y una canción, para intentar definir lo que es una ventana. También que nos apoyamos no sólo en textos escritos, sino en herramientas como You Tube y  Facebook para desarrollar el ejercicio. Eso no era suficiente y les dimos a los asistentes su propia ventana hecha en Fomi, para que empezaran a crear una historia al mirar a través de ella.




 




De la experiencia resultaron varias frases que podrían constituirse en ideas para recrear una historia, por aquí algunas de ellas y su interpretación según cada docente: 



“    "¿Por qué está ahí?” de Susana Manjarrés
    Es la hora del descanso en el colegio, me pregunto : ¿Por qué está ahí? Tras la pared de la escuela, en un árbol, veo a un niño fuera del colegio. ¿Qué busca? ¿Qué observa? ¿Acaso él no debería estar en clases como todos los niños? ¿Estará suspendido?¿castigado? ¿Enfermo? ¿De quién se esconde? O simplemente sueña con el día de entrar a la escuela y alimenta su ilusión.

“   "El árbol y la reja” de Alains Alvarez
    Observo a través de mi ventana un árbol de azar de la India. Detrás de él, una reja   oxidada, descuidada. Aquel árbol y la reja me representan la vida anteponiéndose con la vejez que destruye. Aunque fuerte sea el vivir, se nota impotente ante aquella realidad.
    
     "La reja olvidada y oxidada” de Carlos Mario Molina
    Cuántas historias estarán guardadas en esos barrotes. En un tiempo prestaron el servicio de retener el paso o permitir la entrada de muchos mundos: unos llenos de desesperación, amargura y violencia; otros llenos de felicidad, sueños de superación y ganas de aprender. Aunque cada mundo cambie para bien o para mal, ella siempre estará en su puesto como guarda esperando a su amo.

“   " Plantas en el techo” de Liliana Muñoz
    Todos buscamos nuestro lugar en el mundo, hasta que lo encontramos y somos felices, sin importarnos que los demás lo vean como imposible.  Este pensamiento llegó a mi mente cuando miré hacia arriba y vi unas plantitas en el techo. ¡Sí ,en el techo! Lo primero que se me ocurrió fue preguntarme: ¿por qué están ahí?

     “La cara alegre de una señora con su brazo mutilado” de Yomaira Ortiz
     Me asomo sigilosamente a mi ventana y veo aparecer el rostro alegre de una señora con el brazo izquierdo mutilado. La miro absorta como queriendo preguntarle algo. Sin embargo me detengo y le sonrío, mientras mi mente me cuestiona.

Con los textos de los docentes finalizamos la sesión y la tercera visita de los talleres del CNC a Santa Marta y la Guajira. 



    Finalmente, este ejercicio es sólo una forma de abordar las diferentes interpretaciones que podemos dar a una palabra y la forma de aplicar los recursos tecnológicos en el aula, con el fin de incentivar otras formas de leer y escribir. 
   
    En nuestra imaginación siempre hay paisajes por descubrir y ventanas que se abren constantemente a través de la lectura y la escritura, para que otros puedan llegar a ellos. 

     





                 




    



      




martes, 15 de enero de 2013

El último taller en San Juan Del Cesar

En octubre volvimos a la Guajira, exactamente a San Juan Del Cesar, para realizar el tercer taller del Concurso Nacional de Cuento para docentes y estudiantes.

Desde Barranquilla hay que recorrer cinco horas y media en bus para llegar a San Juan. Usualmente sólo una empresa en el terminal de transporte realiza este viaje y sale a las doce del mediodía para llegar luego de pasar por un buen número de poblaciones. Por esto es necesario viajar con un día de anticipación y equiparse con una buena merienda, un libro y una cámara, porque la carretera es un banco de imágenes.




Esta vez el viaje se demoró más de lo estimado y llegué a San Juan una hora más tarde. Ya sabía donde alojarme y me estaba esperando una moto taxi para llevarme al hotel. Desde el mes anterior estaba pensando que lo primero que haría al llegar, sería comerme una arepa rellena de esas que venden a la vuelta del hotel. Claro, que no me pasaría lo de antes, que la pedí con el relleno por aparte porque al morderla todo los ingredientes salen disparados al mismo tiempo. Ese es el chiste, que maíz, salchicha, queso, salsas y demás, se desparramen sin remedio. Así que quedé feliz porque efectivamente eso ocurrió y terminé con las manos untadas de salsa como lo había pronosticado.

En San Juan pasa algo particular, el cielo es muy azul y en las noches se pueden ver las estrellas como si estuvieran pintadas en un gran lienzo azul turquí. En septiembre, cuando estaba esperando para ordenar la cena en un restaurante, el fluido eléctrico falló y los pocos clientes que estábamos allí tuvimos que sentarnos en la terraza en medio de la oscuridad. La terraza está justo al frente de la plaza y a un lado de ella se levanta la iglesia. El cielo estaba lleno de estrellas que parecían salir de la cúpula de la iglesia para encontrarse al otro extremo con la luna que se escondía tímida detrás de una nube. Una luna blanca y delgada, que parecía ser difuminada por una mano invisible que la desapareció de ese lienzo caprichoso que es el cielo a veces. No comí, pero ver eso era combustible suficiente para quedarse un buen rato allí, sólo mirando el firmamento. Al final mi estómago reclamó el olvido y regresé al hotel, a las arepas famosas del párrafo anterior.


La iglesia donde nacen las estrellas.



La luna o lo que alcancé a capturar de ella.


La noche siempre tiene su encanto. Lo transforma todo y nada es lo que parece. Un gato caminando bajo la lluvia de la madrugada, una calle solitaria que recibe sin clemencia a las gotas y un lugar en el que descanso mientras llega el sol para iniciar la última jornada de talleres en la Guajira.



                                        La misma calle en la madrugada y luego al día siguiente.



Así es la Guajira y esto nos dejan los talleres del CNC. Muchos aprendizajes, nuevos amigos y ganas de volver para seguir hablando de esas historias que se tejen a diario en la autopista de la imaginación.

¿Por qué siempre te llevan a todo?

A Lina Marcela Márquez sus compañeras de clase siempre le preguntan por qué la llevan a todas las actividades. Lina me dice que cuando la profesora le hace preguntas sobre libros que han leído, ella las contestas todas. Tal vez por eso y porque escribe muy rápido, como dicen sus compañeras de clase, a ella la llevan a todo. Esta vez ese "todo" son los talleres para estudiantes del Concurso Nacional de Cuento.


Lina Marcela Marquéz

Lina llegó muy temprano a la cita con el concurso y mientras los demás chicos llenaban el Aula Virtual de la I.E.D. 20 de Julio, conversamos sobre su Candado Corazón, como le llamé al collar que traía puesto. 

Ahorró durante una semana y con trescientos pesos pudo adquirirlo afuera del colegio, con los vendedores que se estacionan allí cerca de la salida del mismo. 

¿Y por qué comprar un corazón que está encerrado? Le pregunté a Lina que tiene diez años y muchas ganas de empezar con el taller. Lo compré porque me gustó. Lo vi y me gustó, contestó ella, con una sonrisa tierna que iluminaba su rostro.


Sergio Andrés

Cerca de nosotras estaba Sergio Andrés, a quien le gusta escribir : cuentos de destrucción, de guerra en los que pelean soldados con los malos, porque los soldados siempre son buenos. Un soldado malo es un espía que se pasa al otro bando.

Con catorce años, Sergio nos contaba que tiene un pocotón de cuentos, un montón de historias para participar en el concurso y por eso estaba en el taller, para aprender más sobre los cuentos.

Con Lina, Sergio y el resto de chicos, trabajamos en dos temas : No todos los libros son para estudiar y leo y escribo cuentos. 




Para hablar de libros diferentes, les preguntamos primero a los chicos que les gusta leer, si les gusta leer en línea, qué tipo de textos prefieren, qué importancia tiene para ellos leer y escribir, con qué frecuencia lo hacen y sus expectativas con respecto a este taller del CNC.

Luego nos sumergimos en el cuento Página asesina de Julio Cortázar para descubrir un libro que seguro no nos servirá para estudiar, pero si desencadenará un final inesperado para quien lo tenga en sus manos. 

Siguiendo el modelo de Cortázar, los chicos crearon libros como estos :


     El libro de la muerte
     Autor: Elizabeth Michell Pabón Pérez

Un día, una mujer llamada Katerine abrió un libro y en él decía: “El que lea este libro se morirá a medianoche”. La mujer no pensó que era verdad y lo leyó. Al llegar la medianoche Katerine terminó de leer el libro y murió de repente. 


     El libro de los recuerdos
     Autor: Andrey Blanco Peña

Al norte de la ciudad de Medellín, en la biblioteca, hay un libro que cuando vas por la mitad de un cuento, te devuelve al pasado y comienzas a recordar todo lo que hiciste en el pasado.


Con los chicos también leímos Avioncitos de papel de Jairo Aníbal Niño y jugamos a cambiar elementos del mismo para crear nuevas historias, dentro del segundo tema  Leo y escribo cuentos.

Estos son algunas historias creadas por los niños: 

 Autores: Leydy Romero, Miguel Mendoza, Alvaro Tapia, Kiana Padilla

Cuando yo era pequeño conocí a una niña con unos grandes ojos negros. Íbamos juntos a clases y ella siempre me miraba, pero yo no le prestaba atención.
Un día llegué al parque y encontré unas flores de papel. Todos los días encontraba flores ahí, hasta que le pregunté a la niña: ¿por qué me dejas flores de papel en el parque?  Porque me gustas, dijo ella. Pero tú a mí no me gustas, ¡deja de molestarme!


Barquitos de papel
Autores: Elizabeth Pabón, Sergio Estrada, Lina Jiménez, Yeines Fonseca

Una vez en el Parque Tayrona se encontraron dos niños que se tenían mucho odio. La niña se llamaba Lina y no le dio importancia al niño. Se puso a mirar los peces y de repente el niño la empujó. Ella cayó al agua y se estaba ahogando. Logró salir y con mucha rabia se acercó al papá del niño y le dio las quejas. El papá del niño no le prestó atención. Entonces, el niño para burlarse de ella regó por la playa un montón de barquitos de papel y ella no se explicaba el por qué. Así termina esta historia.

 Con este segundo taller avanza el CNC en las regiones. Y con la sonrisa de esta niña nos despedimos hasta el mes de octubre, cuando nos encontraremos con más estudiantes para engancharnos en la lectura y la escritura.